jueves, 6 de diciembre de 2012

AMOR INMORTAL.

Y yo le sigo mirando.
No sé si hace frío, si hace calor. No siento nada mas que amor. Amor y ganas de seguir viva. Exacto, estoy muerta. O por lo menos la parte física de mi, porque mis sentimientos siguen perfectamente. Calculo que a escasos dos metros bajo el suelo, están los huesos que componían mi ser hace ya algún tiempo. Mucho tiempo. Es una ciudad del pánico y el vómito, gusanos, carne podrida, mis ojos llenos de bichos, bueno, las cuencas de mis ojos. Mi pelo ha perdido su brillo, en mi cuello cuelga un colgante de un ángel. Pero es como si mi alma estuviera sentada, al lado de mi lápida. 
Cuando podía andar, cuando podía respirar, era una chica muy loca, no paraba, tenia culo de mal asiento como me decía mi abuela. Lo único que me agarraba para tener los pies en la tierra, y aveces no porque mi imaginación me ganaba imaginando una vida juntos, era Dann. Compartíamos amigos, clase, mesa en el comedor del instituto, música...Todo. Todo menos los besos. Estaba enamorada de el. El amor llamó a mi puerta. Desde que lo conocí a mediados de curso, en 1º de eso, me quedé embobada mirándole esa sonrisa torcida. Cuando estábamos en tercero, empezó a salir con Elisabeth, era bastante guapa, el único motivo que tengo para odiarle era que estaba con el que dentro de seis meses se convertiría en mi amor inmortal. Fueron pasando los días, y como he dicho antes, a los seis meses, estaba bajando las escaleras de mi casa acelerada porque había quedado con mis amigos, entre ellos Dann, y llegaba tarde. Tropecé, el momento en el aire me pareció una eternidad, la verdad de eso de que te pasa toda tu vida por delante no me pasó, por lo menos a mí. Tenia la mente en blanco. Rodé hasta abajo y mi cabeza chocó contra el filo de la acera. Veía borroso, y los oídos me pitaban. Cerré los ojos. 
Cuando los volví a abrir, o mejor dicho cuando pude ver algo estaba metida dentro de un ataúd, vestida con ese vestido azul marino que tanto gustaba a mi madre, y que yo tanto odiaba. La gente iba acercándose, y me iba dando una flor. Rosas, margaritas y tulipanes iban adornando el filo de lo que se convirtió en mi cama hasta hoy, lo que pasa es que las margaritas ya están pochas. Se acercaron mis amigos "Nunca te olvidaremos, lo sabes". Hubo una persona que se quedó. Dann. Se acercó, y mientras regaba mis mejillas con sus lagrimas dijo: "Nunca te lo dije, tu no lo recordarás, pero yo si. Recuerdo verte entrar el primer día de instituto por la puerta, desde ahí mi vida cambió. Te quiero." Sentí la fuerza de levantarme de mi sueño eterno, de andar hasta a él y besarle. Pero no ocurrió. Al ángel que colgaba de mi colgante se le escapó una lágrima. Cerraron mi ataúd. Pasaban los días, los años, la gente iba y venia, o solo venia. De repente un día hubo un entierro justamente enfrente de mi lápida. Cuando se fue la multitud pude ver que en la lápida no ponían un nombre, sino dos. Dann Fletcher y Elisabeth Stock. Y debajo, ademas de la fecha de su nacimiento y fallecimiento una frase "Juntos pos siempre". Los deseos de convertirme en zombie y besar a Dann volvieron. Pero como hace 30 años atrás no se cumplió. Pasaban los días y yo seguía mirando su nombre, mis preguntas aumentaban. ¿Se olvidó de mi? ¿Porque aquí y no en el ala sur del cementerio? ¿Se enamoró de Elisa?...
Han pasado 100 años, la ropa de la gente que viene por aquí a cambiado. La población a aumentado...Lo ánico que no ha cambiado ha sido mi vista. Siempre, mirándole. Recordando sus palabras..."Te quiero".




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